
Hay un montón de variedades que podemos utilizar en platos salados o en postres. Se consumen sus flores, su pulpa y sus semillas. Aún hoy se utiliza para hacer recipientes e instrumentos de cocina. Mejor dicho, es tan generosa como “sus carnes”. ¿Qué tal la de la foto?
Es perfecta para consumirla cuando queremos cuidar nuestro peso (es decir, siempre) ya que tiene poquitos hidratos de carbono y casi nada de grasa, pero nos aporta mucha fibra y mucílagos (que mejoran el tránsito intestinal), es muy rica en beta-caroteno (vitamina A), Vitamina C, Vitamina E y vitaminas del Complejo B (B1, B2, B3 y B6). Con lo que quiere decir que es indicada para la visión, el buen estado de la piel, el cabello, las mucosas, los huesos y para el buen funcionamiento del sistema inmunológico, además de tener propiedades antioxidantes. También favorece la absorción del hierro de los alimentos, aumenta la resistencia frente las infecciones y la recomiendan para ayudar a controlar la hipertensión. Ahh, es rica también en potasio y en menores cantidades contiene fósforo y magnesio. Así que ya es hora de tratarla con más respetico ¿no creen?
La crema de ahuyama o sopita de seda -cómo se la “vendía” a mis hijos cuando estaban chiquitos- es muy fácil de hacer y es exquisita de verdad, no sólo por su sabor si no por su textura única y por su belleza. La recomiendo incluso para invitaciones de “alto turmequé”.
Ingredientes
(5 – 6 porciones)
- 750 grms de ahuyama
- 1 cebolla blanca mediana
- 1 tallo de apio
- 2 cdas de mantequilla
- ¼ taza de crema de leche
- ¾ litro de caldo de pollo o vegetales
- 100 grms (aprox) de queso manchego.
- 2 cdas de perejil
- sal y pimienta
Al momento de servir añadimos a cada plato una o dos cucharadas de trocitos de queso manchego de 1/2 cm más o menos, si no tenemos manchego (mi preferido para esta sopa) podemos usar gruyère, emmenthal o, de los colombianos, queso pera o incluso el costeño, pero con cuidado pues es muy salado. Espolvoreamos el perejil picado y listo.
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